|
Un silencio sencillo, colorido, imperfecto, pareciera teñir el tiempo, los tiempos de José Castillo. A la vez fragmentario y unitario -de allí "los tiempos", "el tiempo"-, su trabajo, este trabajo, este álbum familiar aunque no de familia, deja constancia de una constancia como intermitente pero decidida, del gozo de un apartamiento a sí pero también de sí, de una relajación que no deja de ser juego -y por tanto tensión. Humor, nostalgia, amor cuyo desbordamiento es asimismo, como en una fuente, recogimiento; ironía cariñosa, broma (Los intensos), su labor, en apariencia de superficie, bidimensional, tiene como su atmósfera humedecida de un sentir que, se dijera, algo callado conlleva de metafísico (la sonreída oposición de un envase tetrapack y la vía láctea incluye desde luego la identificación, en conflicto quizá y sin embargo en metafórica unidad: su distanciamiento, siendo brechtiano, al mismo tiempo constituye, ni modo, acercamiento lírico). Poesía elemental, casi siempre, la de este miniaturista que no pinta miniaturas sino acaso minucias, no siempre minucioso, siempre atento. La sombra de una piedra vale igual que la piedra, y la piedra no menos que el pájaro cantando en la neblina fría y el pájaro no menos que la nubecilla iluminada flotando en el azul, viajera detenida en la contemplación de la luz que la baña y la traspasa, y la nube iluminada no menos que la hormiga, y la hormiga no menos que la mirada de los perros. Correspondencias que entre que sí y que no se corresponden, que aun cuando bien pudieran no hacer juego, entran en juego, le entran al juego: se mueven, en su quietud se mueven, cambian de lugar, se relacionan, establecen, aun en el contraste, en el distanciamiento, correspondencia. Alguna vez escribí, por otra parte, "las puertas de lo grande se abren en lo pequeño". Seguro estoy que aquí no es el caso. En este mazo de cartas de José Castillo intuimos a la par compromiso y descomprometerse y con toda claridad que no es lo grande lo que se busca y ni siquiera lo que sin buscar se encuentra, sino el toque. Tocar y ser tocado por lo pequeño te hace pequeño, no grande, da la impresión que dice este pintor de brevedades buenas. Y agregar: No sé si menos es más, sé que eso es lo de menos.
Ricardo Yáñez
septiembre 2002
|
|
|
|
|
|